Seguimos con Marta de Gonzalo y Publio Pérez

Continuamos este miércoles 20 de marzo de 2013 el cliclo de visitas de artistas que nos cuentan su trabajo en primera persona. En esta ocasión dos artistas, Marta de Gonzalo y Publio Pérez, que vienen prestando una especial atención a los vínculos entre imagen audiovisual y educación. Ellos mismos, implicados profesionalmente en la docencia, utilizan el término “alfabetización audiovisual” para referirse a las nuevas necesidades de descodificación y análisis del consumo masivo que hacemos de las imágenes mediáticas. Y este planteamiento, que se bifurca entre la docencia y la producción artística, será previsiblemente uno de los argumentos centrales de su presentación. Os recomiendo que conozcáis su trabajo de cerca. Para quien quiera saber más, aquí va un texto breve en el que explicaba hace un tiempo algunas de sus claves:

La Intención ”, en Ohlenschläger, Karin y Rico, Luis (eds.), Banquete. Nodos y redes, Madrid, SEACEX / Turner, 2009, p. 330-331.

Marta de Gonzalo y Publio Pérez han desarrollado un discurso artístico que vincula su producción con la práctica educativa, o lo que es lo mismo, han establecido como premisa que la función artística es, en sí misma, una forma de educación. Este planteamiento se asienta en el hecho de que toda experiencia estética constituye una crisis ante una realidad insatisfactoria, y que el pensamiento utópico de cada individuo articula la única posibilidad emancipatoria ante el mundo administrado. Se vuelve así una prioridad la producción de herramientas de conciencia alternativas para una construcción de la subjetividad no determinada por la asimilación de arquetipos derivados del sistema económico. Tales premisas universalistas chocan frontalmente con la atomización individualizante y con el relativismo. Se sitúan, de paso, fuera del circuito artístico como garantía de un reconocimiento corporativo y esencialmente esteticista, y conculcan un modelo de autonomía artística que no escapa, a pesar de sus travestismos y sus simulacros, de la herencia moderna.

La intención, por tanto, trata de ser simultáneamente un proyecto educativo aplicable y un proyecto artístico. Dada la naturaleza de su puesta en escena se despliega en diferentes soportes y discursos, se muestra en exposiciones como un ciclo de cuatro vídeos exhibidos en construcciones de madera en forma de pupitres, acompañados de un conjunto de dibujos y grabados sobre papel o intervenciones directas sobre la pared. El contenido de los vídeos es una extensa serie de narraciones de una voz en off sobre un montaje de imágenes que incluye entrevistas y fragmentos montados según el orden temático de “infancia”, “adolescencia”, “adultos” y “vejez”. El proyecto se completa con un libro que trata de ser un manual aplicable en la labor educativa real de profesores de los distintos ciclos formativos. El soporte audiovisual no se presenta exclusivo de la instalación sino que circula junto al libro a modo de material utilizable en diferentes contextos orientados a la educación.

La confección de un “libro de texto” alternativo sería un foco de resistencia que retorna al origen del problema del saber-ver, a la comprensión sensible de la realidad, tanto en su vertiente epistemológica como en su dimensión política, de la que es indisociable. El epicentro de la acción política que puede aportar el discurso artístico parece estar, por consiguiente, en una reinvención de las estrategias educativas.

Los planteamientos defendidos por Marta de Gonzalo y Publio Pérez entroncan con una tradición de la vanguardia histórica orientada a la transformación de la conciencia a través del arte, pero lo hacen desde un nuevo contexto mediático donde la conciencia estética está determinada por los códigos audiovisuales. Reinterpretan de hecho la función del arte en un contexto en el que el tráfico simbólico y las industrias de la subjetividad desbordan los antiguos conceptos de propaganda. En esa nueva realidad la idea de una alfabetización audiovisual sostiene el eje fundamental de las obras a partir de la experiencia educativa. Su propio trabajo como educadores da sentido así la necesidad de su obra como respuesta al desamparo que el sistema propicia y les obliga también a sortear los riesgos ideológicos del dogmatismo en los que ya cayeron los antiguos proyectos de vanguardia.

 

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